
Joseph Ratzinger —siendo Arzovispo de Múnich y tras una larga e importante carrera como profesor de Teologia— había sido creado cardenal por el Papa Pablo IV en 1977. Había participado en el Concilio Vaticano II como asesor teológico del Cardenal Josef Frings. En 1981 fue nombrado Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe por el Papa Juan Pablo II, quien también le nombró Decano del Colegio Cardenalicio. El 19 de abril de 2005 fue elegido sucesor de Juan Pablo II después de dos días de cónclave y dos fumatas negras. El cardenal Ratzinger había repetido sucesivas veces que le gustaría retirarse a una aldea bávara y dedicarse a escribir libros pero, más recientemente, había reconocido a sus amigos estar listo para "cualquier función que Dios le atribuyera".
Con esta bienaventuranza, podemos entender que con limpios de corazón, Jesús se refiere a que tengamos la conciencia limpia de nuestros pecados.
Para eso, tenemos que hablar con Dios de nuestros pecados, y confesarnos a menudo, cuando lo creemos necesario, es decir, cuando hemos cometido pecados de los cuales nos arrepentimos. Tenemos que mantener nuestro corazón limpio y puro. Buscar en nuestro interior y reflexionar. Pedirle a Dios que de verdad nos perdone, y que nos ayude a mantener buenos pensamientos y que nos alejemos de la mala compañía con malas influencias.
La oración y la confesión es una manera de buscar el perdón de Dios para mantener limpio nuestro corazón. El corazón puro es la simple y buena intención.